Por la tarde, llegando a Valencia por la AP-7 se veían los cielos turbulentos, negros como el carbón, cargados de electricidad y fuertes vientos. Había ganas de llegar a casa porque ya conocemos estos violentos episodios. No esperábamos ver lo que nos encontramos al llegar a Catarroja. Se veían coches amontonados en la rambla y gente deambulando con palos por las calles. Llevaban cosas sacadas de quién sabe donde.
El espectáculo siguió en el garaje cuando Javier vio como los vecinos sacaban sus coches a toda prisa. Los móviles ardían con el mismo mensaje: ‘Inundación, los garajes se inundan y nadie ha avisado de nada’.
Algo habían dicho en la prensa, la Aemet y por problemas causados por fuertes lluvias en Málaga y Granada. Pero no llegó ninguna alerta de la Generalitat Valenciana, la gente iba al trabajo como si no hubiera riesgos.
Aunque sacamos el coche no sirvió de nada. En menos de media hora el agua ya mojaba los tobillos y una hora más tarde arrastraba vehículos que chocaba unos con otros mezclados con el barro. Cogimos con prisa lo que había en el congelador y con lo que pudimos coger al vuelo salimos corriendo hacia nuestro pueblecito, al norte, camino de Teruel, donde parecía no se daba la misma situación.
Refugiados allí, hemos oído la cascada de muertos, más de 200 y subiendo. La destrucción afecta a una población de 845.371 habitantes, el 31,8% de la población de la provincia de València. Plana de Utiel-Requena, L’Hoya de Buñol, L’Horta Sud y la Ribera. Ha sido el desbordamiento de la trágicamente conocida Rambla del Poyo que desembocaba de forma natural en la Albufera de Valencia hasta que la l´Horta Sud se invadió por completo por un urbanismo tan ciego como irresponsable.
Hay más muertos. Lo dice el aire que tras cinco días ya apesta por los cadáveres que no se han podido levantar. Probablemente, sean la mayoría de los 1900 desaparecidos que aún no se han encontrado (dato del Ayuntamiento de Valencia).
La respuesta social
Como en la pasada Crisis de Covid-19, como en la del Prestige, o los pellets de plástico de las costas gallegas, el dolor humano nos invade, como si estuviéramos conectados a las víctimas. También la rabia por las actitudes insolidarias, los asaltos o la ignorancia interesada de quienes siguen saliendo de fiesta, a solo 10 minutos a pie de la Zona0 de la catástrofe.
Es doloroso ver como están sufriendo los vecinos, las personas concretas como Tomás, el ex de mi prima, atrapado ya cinco días en su casa, sin poder salir, sin agua ni comida. La desesperación y dolor ajeno sentidos como propios saca nuestro ser social imponiendo el bien común como un objetivo prioritario. Es un sentimiento tan social como personal que se sobrepone a cualquier obstáculo empujándonos a actuar.
Javier se quedó sin coche, pero ha vuelto al epicentro de la distopía que nos ha caído de los cielos. Se ha metido en la película a luchar con el barro, los coches achatarrados, las carencias de los afectados y la insolidaridad de esa parte de la sociedad que vive y se beneficia del desastre.
El fracaso institucional
Para llegar no solo ha tenido que salvar la distancia, sino sortear el caos causado por la propia inercia de las autoridades que no supieron suspender los tradicionales actos del Día de Todos los Santos colapsando el barrio del Cementerio General de Valencia. Que no han sabido proteger las comunicaciones de los tres hospitales que se encuentran en esa zona. Que no ha sabido organizar los suministros a las zonas afectadas, dependientes a estas horas de la ayuda que a pie llevan los voluntari@s, que no han organizado los suministros a la zona afectada de forma que se han vaciado por completo los supermercados de las zonas más cercanas al caos. Que han llevado a grupos de voluntarios a limpiar un Zara cuando han venido a ayudar a la gente…
Bomberos franceses, a quienes se ha ordenado regresar, se han negado a hacerlo y se quedan para hacer lo que es tan necesario en la zona. Antes obligaron a regresar a bomberos de Navarra y Cataluña.
Esta situación, que nos pone a prueba, ha demostrado el fracaso institucional copado por personas más ocupadas en sacar tajada, en sus beneficios o la competencia política.
La intervención de los voluntarios les pone en evidencia y para evitarlo, el Conseller de Medio Ambiente, Infraestructuras y Territorio, Martínez Mus, ha anunciado limitaciones al tráfico de personas en las zonas especialmente castigadas por la DANA para el domingo (A Punt Noticies)
Ahora lo primero es ayudar a la gente presa de la catástrofe, pero después habrá que tomar medidas con el fracaso institucional y las personas y partidos que parasitan los recursos de la sociedad:
- Para tener instituciones útiles subordinadas a la sociedad
- Para que los responsables políticos no se vayan de rositas
- Para reordenar el urbanismo e incluir el cambio climático en la agenda social.
- Para que las zonas destruidas no queden desamparadas tras la catástrofe.
* El vídeo de un afectado, tomado cuando sucedía, es la fuente de la imagen de cabecera. Ir a ver