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Crónicas de un país perdido

Amo a Rusia es el libro de Elena Kostyuchenko que inspira este artículo. Decidí leerlo porque vi la posibilidad de contrastar la URSS que conocí con la Rusia que Elena conoce. Ella tiene la misma edad que mi hija y su historia en el libro, y por su edad, empieza con el mandato de Borís Yeltsin, cuando regresé a España.

El relato, grato de leer, te lleva de viaje desde los conceptos rusófilos de su portada hasta su conclusión en la que, a pesar del desastre de país, ama a su tierra habitada por seres humanos, víctimas como ella del estado que los domina.

Si vais a leerlo pensad antes que vais a llevaros sorpresas por cuan diferente es todo allí. Me di cuenta de ello al poco tiempo de estar en Moscú. Para hacernos una idea rápida, decíamos que vivir allí era tener a diario una experiencia como las del héroe de Indiana Jones. Aún así, por no estar totalmente integrados, no percibíamos el conjunto de la realidad que es mucho más impactante que la crisis de abastecimientos de entonces.

En los relatos de su experiencia como reportera muestra el escaso valor que tiene la vida humana, la facilidad con la que se encuentra la muerte o la cárcel, la impunidad del FSB, heredero del KGB, la indefensión jurídica ante los actos del estado o de como este puede ser más mortal incluso que los ataques terroristas, como es el caso de la masacre de la escuela de Beslán o como la policía puede matar a un grupo de chavales que se habían refugiado en un edificio abandonado sin que suceda nada contra ellos. Lo cuenta con la naturalidad de una persona que está acostumbrada a ver morir la gente con frecuencia, como algo cotidiano que sucede en cualquier momento.

El estado burocrático tiene tal peso sobre la vida de la sociedad que no someterse a sus designios supone la expulsión de ella como les ocurrió a los periodistas de Nóvaya Gazeta, marginados en la celebración del día de la prensa de Moscú.

Intenta ser humana en las relaciones que establece en los sitios donde va y se notan las buenas reacciones de los chavales de un orfanato y de adultos encerrados en un psiquiátrico al que van a parar muchos de los niños internados…

La guerra entre Rusia e Ucrania la llevan al frente como corresponsal de guerra donde comprueba horrorizada que los suyos actúan como fascistas, a pesar del adoctrinamiento ideológico contra el fascismo que trajo la lucha contra la ocupación nazi de la 2ª Guerra Mundial.

Es interesante escucharla en la entrevista que le hicieron para el Podcast Diario de Ucrania en la que explica que no puede volver a Rusia porque ya han intentado matarla por contar lo que sucede en el frente. Aun así le gustaría vivir en Rusia porque es su tierra.

Es interesante escucharla en la entrevista que le hicieron para el Podcast Diario de Ucrania en la que explica que no puede volver a Rusia porque ya han intentado matarla por contar lo que sucede en el frente.
Probablemente, Igor Domnikov, Yuri Shchekochijin, Ana Politkóvskaya, Anastasia Baburova, Natalia Estemirova, periodistas y compañeros de De Elena Kostyuchenko en Nóvaya Gazeta, asesinados en Rusia, querían vivir en Rusia y por eso decían la verdad de lo que allí sucede y por eso los asesinaron.

Aun así, le gustaría vivir en Rusia porque es su tierra en la que sobrevive la gente, mucho más humana y acogedora que el horroroso estado que los domina. Creo que es esa reflexión la que explica el título de su libro, sin duda creado tras la escritura de todo el texto.

Postdata

El libro, visto con mente occidental, se presta a la manipulación política, a una visión sesgada, antirrusa, en la que Putin es el diablo patriota que resiste a la OTAN. Para evaluar esta visión y, por tanto, el propio libro es necesario quitarnos de la cabeza la falsa visión ciudadana, occidental, del compromiso de l@s rus@s con el gobierno de Putin.
Allí no existen los derechos políticos. La política es un asunto del estado, una propiedad de quienes ejercen el poder. La sociedad está excluida del gobierno del estado que usa a las personas como objetos de su propiedad. La vida no es un derecho personal, sino el derecho del estado a usarla cuando le convenga, algo que también sucede en Ucrania.

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