Covid19 despierta el Bien Común

Hace tres meses cuando en Wuhan apareció el virus que hoy paraliza y atemoriza a la humanidad, no parecía que fuera a ser causa de los cambios que vivimos hoy.
Un tercio de la humanidad vive confinado, se ha paralizado la vida económica, miles de muertos e infectados… La amenaza ha despertado nuestra sociabilidad, la solidaridad efectiva con los débiles, el apoyo y reconocimiento a los superhéroes del frente de supervivencia (imagen), ayuda a quienes no pueden conseguir alimentos, confección de mascarillas, impresión en 3D de respiradores para las UCI de los hospitales

Crecen las redes de ayuda desde el ámbito vecinal hasta el nivel global. La información recorre los continentes y hay grupos de ayuda en todo el mundo. #Covid19 es tendencia mundial, por varios meses, en todas las redes sociales, en todos los idiomas. La infección está acelerando la creación de una conciencia global.

En este tiempo hemos tomado la delantera a los gobiernos, estamos en el frente de supervivencia a la pandemia. No es la primera vez que se crea un doble poder paralelo (descentralizado) de la sociedad, llevamos el bien común en nuestra genética.

Los agoreros del sistema anuncian una crisis económica superior a la gran depresión de 1929, Los científicos están convencidos de que nuestra irresponsable actividad, destruyendo la biodiversidad, traerá más pandemias. Tras el virus sería suicida volver al dominio del bien privado que ha impuesto el capitalismo, corre peligro la propia especie si no asumimos el cambio de paradigma que la vida, del planeta y la nuestra, reclama.

El Bien Común activa nuestra evolución

En otros momentos de nuestra historia sobrevivimos porque, como ahora, se activó el bien común para superar lo que nos llevaba al desastre. Durante 300.000 años el homo sapiens deambuló por el mundo cambiando el territorio donde cazaba y recolectaba frutos. En ese periodo pasamos de ser un ser intermedio en la cadena trófica a dominar la naturaleza desde su punto más alto (seguimos ahí). Ganamos la competencia por el territorio causando la extinción de neandertales y otros homínidos. Nos quedamos compitiendo con nosotros mismos, unos grupos con otros, hasta quebrar la sostenibilidad de los sistemas ecológicos que explotábamos.

Habíamos empezado a cultivar la tierra y teníamos pequeños grupos de animales. Proteger la cosecha y el ganado del saqueo de otros grupos nos llevó a los asentamientos estables en los que los cazadores se organizaron para su defensa, el brujo pasó a ser sacerdote e inventamos la escritura para el registro administrativo y contable de los nuevos estados, ciudades estado como Umm Dabaghiyah, que empiezan a formarse hace 8000 años.

El bien común, movilizado por nuestras capacidades sociales, nos permitió llegar a esta posición de dominio en la naturaleza desde la que creamos una sociedad más compleja porque era imposible seguir viviendo como grupos deambulantes. Nosotros mismos agotábamos la naturaleza que no se recuperaba de nuestra intervención, se redujo la caza y la biodiversidad. Las tierras, que cultivábamos sin instrumental especial, en extensiones muy pequeñas, cavando con palos, desbrozando con fuego, redujeron los frutos silvestres que de forma natural daba la naturaleza en cada territorio.

La escasez que nosotros mismos generamos aumentó la agresividad entre clanes que intentaban obtener por conquista lo que ya no se podía conseguir en el ámbito territorial de la naturaleza que con los medios de entonces quedaba a nuestro alcance.

Esta respuesta se reprodujo en todo el mundo a lo largo de miles de años por la fragmentación de la humanidad, compitiendo entre clanes, igual que lo hacen los seres vivos, por las dificultades para comunicarnos, hablábamos tantos idiomas…

La evolución neolítica, piedra pulimentada, agricultura, ganadería, primeros asentamientos urbanos, se produjo por el mismo motivo que habíamos conquistado el dominio de la naturaleza, por nuestras habilidades sociales. Para evitar un desastre dimos un salto evolutivo en nuestra organización social que nos ha traído la ciencia, la literatura, las artes escénicas, la arquitectura y el urbanismo, la música, los transportes, el comercio, la producción industrial y de energía, la minería, la medicina, la educación reglada…

Covid19 ha dado un golpe a nuestra forma de vida que no podemos olvidar porque hace años que nos llegan los avisos de la naturaleza y parece que no nos gusta cambiar. Somos conservadores con nuestros hábitos de vida, ya lo eramos antes de empezar a pulimentar la piedra hace unos 10.500 años. Sabemos que hay cambio climático que nuestra posición en el punto más alto de la naturaleza nos hace ser los más expuestos a sus consecuencias, pero no tomamos medidas serias para afrontarlo.

Covid19 nos ha activado al bien común, de nuevo con nuestras habilidades sociales, no sabemos por cuanto tiempo, pero si sabemos que el plazo que tenemos es más corto, porque hemos actuado de manera desleal con la especie y con nosotros mismos.

Inteligencia social

Las grandes empresas han cambiando la comunicación corporativa para mostrarse solidarios en la lucha con la pandemia de covid19, igual han hecho los partidos políticos, quieren ser vistos como los primeros en el tajo.

Sabemos que los primeros en el frente de supervivencia son los trabajadores sanitarios: Un vídeo de The New York Times muestra en directo a los trabajadores sanitarios que, sin medios de protección personal (EPIs), luchan por la vida de los pacientes arriesgando la suya propia. Lo sabemos desde que empezó el ‘Quedate en Casa’ y el aislamiento, a pesar del despliegue de información falsa que acompañó la llegada de virus.

Hemos aplicado el filtro en la información del virus gracias a nuestra extrema motivación. Sabemos que nos va la vida, que la sanidad ya no es lo que era antes. Sufrimos a menudo las deficiencias del sistema sanitario cuando, por desgracia, caemos enfermos. Estamos pagando los recortes y privatizaciones en la sanidad con nuestra propia salud y vida.

Y entonces ha sucedido en todo el mundo algo inesperado en una sociedad insolidaria, egoísta, competidora, que difunde el odio sin control alguno, que mira a un lado los problemas de los demás… Entonces, de repente, nos hemos vuelto solidarios y han empezado a salir los grupos de ayuda a las personas aisladas, a quienes no pueden comprar sus alimentos, a quienes se sienten mal por la soledad, con quienes trabajan por nuestra salud. Quédate en casa no es una campaña institucional o de los medios de comunicación, es en primer lugar un mensaje difundido por la propia sociedad, tomado de los médicos, que ahora está en todos los sitios. Es uno de los elementos simbólicos que más nos ha unido porque tenemos tal capacidad.

Ninguna agencia de comunicación soñaría jamás con tal éxito porque es enteramente nuestro, de las personas que hemos creado una tendencia social de pensamiento. Una tendencia cargada de millones de hechos colaborativos, solidarios, de ayuda, midiendo su valor por las vidas humanas que salvamos. El fin de esta tendencia social, de la que intentan colorearse empresas y políticos, es salvarnos del virus sin dejar a nadie en el camino, el bien común.

Redes solidarias

Las redes solidarias, las que haces EPIs, respiradores con impresoras 3D, son organizaciones del bien común, creadas con tales fines. No excluyen a nadie, nos incluyen a tod@s y son para tod@s. No las dirige nadie sino nosotr@s mism@s, no tienen una estructura territorial que responda a divisiones administrativas, sino la cercanía y el fin que llevan a cabo, son ‘virtuales’, creadas en la red, porque es esta la que nos comunica y las reuniones físicas no son posibles. Por sus características las redes de ayuda son iguales en todo el mundo, sea cual sea el idioma, y se diferencian en los detalles de su acción determinados por el entorno en el que ayudan a salvar vidas.

Hemos pasado casi simultáneamente del mensaje a los hechos y las organizaciones, sin que nadie nos dijera nada, por voluntad propia, eligiendo cada cual el sitio donde mejor se encuentra para llevarlo a cabo. Incluso los sanitarios que sufren las malas condiciones, enferman ellos mismos, trabajan a un ritmo inhumano para que no muera nadie, incluso ellos ahora sienten el orgullo de trabajar cuanto mejor pueden porque sienten el apoyo social, el cariño de la gente que trabaja por ellos, que trae aquello que el sistema sanitario y el estado se muestran incapaces porque ya destruyeron antes la base industrial, la infraestructura sanitaria, las camas, las UCIs, las reservas de recursos…

La sorpresa es porque no responde a nuestra educación, la mala educación, la mala cultura, los malos ejemplos, las malas prácticas… También porque la herramienta social que creamos hace tantos siglos, el estado, ha fracasado estrepitosamente hasta el punto de que hacemos con las redes de apoyo lo que debería hacer este. Recordamos como ha sido el estado y administraciones menores, con los partidos que gestionan su poder, quien han esquilmado y privatizado la sanidad pública dejándola en una situación débil, falta de infraestructura, medios y plantilla suficiente para afrontar la pandemia.

Se ha dado la respuesta social porque somos así, forma parte de la naturaleza de nuestro ser social, se llama Bien Común, y lo sabemos aunque no sea materia de formación en ningún sitio.

Si no supiéramos lo necesario para actuar, como hacemos, no lo haríamos. Gracias a internet hemos conseguido en un tiempo récord la información que no teníamos, el conocimiento necesario para actuar, que no es el mismo para todos sino diferente para cada cual. No nos lo ha dado nadie, lo hemos compartido, hemos hecho el trabajo nosotr@s mism@s. Hemos contrastado la información usando nuestra habilidad social, el intelecto colectivo, la inteligencia social.

Ciencia y bien común

Nuestro ser social no es como el de las abejas, no hacemos las cosas que nutren nuestra organización por genética, sino por conocimiento. A diferencia de ellas somos seres racionales porque manejamos conocimiento. No tenemos un solo conocimiento sino que cada persona usamos una parte, conocimiento vivo, del conjunto que maneja la humanidad, que permite identificarnos no solo por nuestro cuerpo físico sino por como actuamos socialmente, sin diluir la personalidad y valores individuales de cada cual.

Ha sido y es un problema conseguir información no manipulada, veraz, con base científica, sin embargo el cambio de actitud social ha llevado espontáneamente a conseguirla salvando los problemas que nos crea el empoderamiento de lo común con el libre albedrío personal.

Hoy conocemos nuestro ser social como nunca antes, gracias a los avances de la ciencia. Conocemos los hilos que mueven nuestro comportamiento, su base fisiológica, la gestión de las emociones, la comunicación social, etc. Los mecanismos sociales del ser humano han hecho que creemos inconscientemente las redes de apoyo por Covid19 y que estas sean, de y para, el bien común sin ir a ningún cursillo. Nuestras habilidades sociales han tirado de nuestra esencia humana, Covid19 nos ha hecho ser auténticos seres humanos.

Si aprendemos a subordinar el bien privado al bien común, maximizando el ‘nosotros‘ social y personal, dejaremos atrás todo lo que nos ha traído a esta situación. Tomaremos la ciencia como referente, el arte y la solidaridad humana nos unirán, como nos une ahora en los balcones.

En la explicación científica del reto a abordar en el futuro inmediato se encuentran los caminos para organizar el cambio social para que el bien común no sea ocasional, espontáneo, sino una forma de vida evolucionada para conseguir la felicidad, una sociedad del bien común, que deje atrás las sociedades del bien privado que han marcado nuestra violenta historia a lo largo de más de 8000 años.

 

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