El ser humano (homo sapiens 200.000 años ap.) proviene en su evolución de los primates homínidos que tienen características sociales, entre ellas el aprendizaje social. Gracias a las neuronas espejo puede aprender de otros y crear una experiencia propia del conocimiento. A diferencia de otros seres sociales el ser humano no ha perdido en su evolución la individualidad sino que la ha mejorado de forma que cada ser humano es distinto de cualquier otro.
A parte de sus características morfológicas, edad, pigmentación de la piel, altura, color del pelo, procedencia continental, posición social, diferencias de género, debemos considerar las culturales y el conocimiento individual del que el más valioso para la integración y participación social es el conocimiento vivo. El conjunto de diferencias basadas en el conocimiento nos hacen ser humanos relativos.
La ancestral competencia
Mantenemos, a pesar de la evolución, una igualdad con el mundo animal: tenemos capacidad propia para entender que nos beneficia o perjudica porque, aún siendo un seres sociales, la capacidad racional es individual y por ello el ser humano intenta imponer su beneficio personal a la naturaleza y a aquellos seres humanos con quienes convive. Compite para preservar su bien privado, como hacen todos los seres de la naturaleza.
En la competencia con otras especies ha conseguido superarlas y dominar el planeta por su aprendizaje social e individual de forma que no solo ha evolucionado su fisiología (caminar erguido, crecimiento de la masa encefálica, desarrollo de la capacidad simbólica…), sino también su organización social. El aprendizaje social ha permitido su organización en forma de grandes grupos humanos, más allá de los comportamientos gregarios de algunas especies, y del suyo propio. Cuando estaba menos evolucionado solo era capaz de moverse por el planeta en pequeños grupos.
El dominio de la naturaleza le ha permitido dirigir su competencia contra otros grandes grupos humanos, ciudades estado, naciones, imperios… para los que ha utilizado los conocimientos acumulados por su grupo social y por cada uno de sus individuos.
Su expansión violenta, contra la naturaleza y contra otros seres humanos, ha seguido motivada por la competencia para conseguir un mayor bien privado. El pueblo de Roma se congratulaba de las victorias de sus ejércitos porque con ellos volvía la rapiña, los esclavos y los impuestos con los que la república realizaba obras públicas. Beneficiaba a las familias nobles y a las de los propios soldados, se apropiaba de los sabios que acumulaban el saber de los pueblos dominados y garantizaba los sangrientos espectáculos del circo. El bien común coexistía con el bien privado de los soldados, de la nobleza y del emperador, a costa de la desgracia de los esclavos y los pueblos dominados.
La inestable coexistencia del bien privado con el bien común
El bien común es consustancial a todos los seres sociales, es lo que explica que no se disgreguen, como sucede a otros seres del mundo animal. Hay sin embargo en cada sociedad personas que no se integran en la sociedad, o que la rechazan abiertamente, por lo cual son marginados, perseguidos y reprimidos. Otros soportan la sociedad sin rechazarla, por temor a perder lo poco que han conseguido. Otros la soportan menos, pero no quieren una oposición radical, son innovadores o activistas que caminan por un filo borde lleno de peligros.
En el equilibrio de poder que supone la coexistencia del bien común con el bien privado (de cada persona, de las empresas, las organizaciones sociales, los partidos políticos, los grupos dominantes o gestores del estado) inciden los movimientos en la sociedad que llevan a incrementar su peso según varían la influencia de radicales, integrad@s o activistas.
Los movimientos en la sociedad son consecuencia de los cambios de actitud personal. Cada persona, usando su conocimiento y libre albedrío, decide en cada momento qué es lo mejor para su bien privado en el que incluye inconscientemente los usos y costumbres habituales con el procomún de su sociedad.
Este constante movimiento de la sociedad no ha roto en ningún momento de la evolución humana nuestras características sociales, como lo prueba que seguimos siendo seres sociales, a pesar del creciente individualismo de los seres humanos. El ser humano, buscando su felicidad, se sienten más libre en la medida que incrementan el conocimiento, general (científico y cultural) y su conocimiento vivo, con los que define tanto sus valores, como la identidad propia y la actitud ante el resto de la sociedad.
Las ideologías no son sino elementos aglutinadores de grupos sociales que se mantienen unidos por su dinámica interna. Puede ser esta religiones, mitos o culturas de liberación social. Forman parte de las identidades colectivas que nos permiten interpretar algunas actitudes sociales y establecer la posición personal. Por sus características son conservadoras, se integran en nuestra identidad personal para fortalecer la posición competitiva que mantenemos frente al resto de la sociedad.
La evolución del poder social
Podemos entender los sucesivos cambios en nuestra evolución social por la evolución del conocimiento, que domina cada sociedad, sus dinámicas internas, así como la posición y actitud de cada uno de sus individuos. Igualmente sabemos cual ha sido la posición de dominio del ser humano sobre la naturaleza, que ha llegado a tal punto de supremacía que hemos llegado a pensar que podemos ser independientes de las capacidades naturales del planeta.
No es sencillo entender, con el actual bagaje, como el ser social de cada ser humano no prioriza el bien común sobre el beneficio privado, dominante en la sociedad del post-capitalismo y el cambio climático. El ser humano, mantiene y desarrolla cada vez más sus capacidades personales sin por ello ser capaz de dirigirse a si mismo y ser al tiempo parte del poder de la sociedad. Para ello es necesario conocer la naturaleza del poder, nativo en cada ser humano pero sin embargo alienado en beneficio de una minoría social. Desde que existimos ha sido ella quien ha definido el equilibrio entre bien privado y bien común de forma que desde su posición privilegiada prioriza su bien privado.
Para ello ha intervenido en todos los elementos del poder de los que el conocimiento (científico cultural y vivo) es el mas importante seguido del monopolio de la violencia. Es secundario referirnos a los poblados neolíticos, a las ciudades estado, a los imperios, a las potencias coloniales, al dominio machista, al esclavismo, al totalitarismo… porque en ellos interviene una forma de producción y acumulación que han ido cambiando según el desarrollo de la ciencia y la técnica. La subversión revolucionaria del poder no ha sido ha sido mas que la llamativa excepción de una adaptación constante de esta minoría para mantener su poder. Así hizo la curia romana con los restos del imperio romano, o la nobleza nipona, que aún encabeza los principales conglomerados industriales de japón, o los señoritos feudales de Andalucía, aún presentes en los nervios del poder del estado español.
La crisis climática y del planeta nos forzarán, así nos pese, a cambios en la ciencia, la técnica y la sostenibilidad de la economía, e incluso a la prioridad de la economía local sobre la global. Pero eso no significa que domine el bien común sobre el beneficio privado sino que el poder se recompondrá, guiado por la minoría que lo conduzca, para mantener su posición privilegiada en su competencia constante con el resto de la sociedad.
Sin embargo debe ser posible la evolución, en el poder y organización de la sociedad, cuando en determinados momentos de nuestra historia hemos cambiado el orden de prioridades y se ha visto afectado el poder en la sociedad. Es el caso de la primavera de 2020 dominada por la pandemia, o los voluntarios de la crisis del chapapote en Galicia, u otros momentos en los que se han generado situaciones de doble poder.
Cambio evolutivo
Para que en este cambio obligado por la naturaleza domine la democracia y triunfe el bien común debe producirse un cambio en el ser humano, que no va a renunciar al libre albedrío sino que lo exigirá aún más. El cambio supone hacernos responsables de cuanto integra la experiencia vital de cada ser humano, renunciar a la competencia, ser responsables conscientes de cada aspecto de nuestras vidas (ejercer el poder en cada una de ellos) y no cederlo a la minoría social, que defenderá con uñas y dientes su posición privilegiada aunque así arrastre al planeta y al ser humano al abismo.
El cambio evolutivo que precisamos supone el dominio del poder por la inmensa mayoría de la sociedad, la identidad racional del yo con Nosotr@s, integrando para ello en nuestra cultura un método científico que, mediante educación y nuevas prácticas sociales, nos capaciten para el el ejercicio del poder directo, un poder democrático y distribuido.
El dominio del bien común sobre el bien privado acabará con las distintas explotaciones que sufre la sociedad. Evolucionaremos hacia la descentralización, a la democracia como cultura y práctica diaria, a las instituciones cercanas, a la desprofesionalización de la política, al fin de la corrupción y del ejercicio de la violencia contra la sociedad. Pondremos en valor el conocimiento vivo de cada persona y un cambio radical en la actitud colaborativa de la sociedad que nos permitan desarrollar el potencial de la inteligencia social que tanto necesitamos para detener el viaje al precipicio.